Aunque parezca increíble, el inventor más prolífico de la
historia, creador de aparatos como la bombilla, el fonógrafo y el proyector de
películas, sólo pudo ir a la escuela durante tres meses. Natural de Milan
(Ohio), el joven Thomas Alva Edison tuvo que ponerse a vender periódicos a la
edad de 12 años para contribuir a la precaria economía familiar. No obstante,
inquieto como era, dedicó su tiempo libre a experimentar con aparatos mecánicos
y eléctricos.
Becado con un curso de telegrafía por haber salvado la vida
al hijo de un jefe de estación, desarrolló en 1863 su primer invento -un equipo
telegráfico simplificado-, mientras trabajaba de telegrafista en el
ferrocarril. Perdió su empleo por incendiar un vagón durante un experimento,
pero Edison no se rindió y con el dinero que ganó vendiendo aparatos
telegráficos montó su propio laboratorio. En 1869 patentó el registrador
eléctrico de votos, así como un indicador de variaciones bursátiles. A estos
ingenios le siguieron el fonógrafo, precursor del tocadiscos, y los fusibles de
plomo.
En 1879 logra la lámpara incandescente y hace la primera
instalación eléctrica de iluminación: 115 bombillas en el vapor Columbia. En
1881 crea en Nueva York la primera central de luz y energía del mundo, con
redes subterráneas para llevar corriente eléctrica. Dos años después patenta el
kinetógrafo, una cámara para 17 metros de cinta, y el kinetoscopio, un equipo
ocular individual para ver imágenes sucesivas. Por fin, en 1896, logra el
cinetófono. La mente de este gran mito norteamericano sólo descansó con su
muerte en 1931.